Capítulo IX: Arde Roma
"Roma no cayó nunca: se transformó en otra cosa distinta" - R.H. Barrow, "Los Romanos"
El Año 1941, en cambio, comenzó con un gran sobresalto: el día 4 de Enero, Italia declaró la Guerra a Grecia. Los griegos aguantaron razonablemente bien durante casi dos semanas, pero si bien los italianos no habían logrado avanzar en la frontera norte de Grecia, sí que habían podido emplear su marina de guerra para desembarcar en varias islas del sur; además, con semejante armada podían desembarcar en cualquier punto que desearan.
El problema vino cuando Grecia solicitó unirse a los aliados. Blum y Reynaud lloraron, protestaron y suplicaron, pero Chamberlain se mostró inflexible y el día 15 la Gran Bretaña firmó un pacto de alianza con Grecia que, de facto, incluía al eslabón más débil: la tercera República francesa. En Francia, la guerra contra Italia cayó como un jarro de agua fría sobre la población, pero no sobre el estado mayor; el mismo día de la declaración de guerra, se habían reunido doce divisiones del cuerpo expedicionario (australianas, en su mayoría) en Marsella dispuestas para la intervención. El día 23, esas divisiones desembarcaron y tomaron la capital italiana en un audaz golpe de mano, aplastando a las tropas del general Soddu que allí se encontraban.
Ataque a Roma
La ofensiva anfibia australiana fue todo un éxito; los franceses lograron el dominio de la costa del mar Tirreno y pudieron enviar convoyes de suministros para las tropas. Según los rumores, los observadores del almirantazgo británico enrojecían de envidia cada vez que recordaban el desastre del último gran desembarco anfibio que la Royal Navy había protagonizado, en Gallipolli; el hecho de que las tropas desembarcadas fueran australianas y neozelandesas en su mayoría, al igual que en el desastre de la primera guerra, no ayudó demasiado. El dos de Febrero se tomó Florencia y el 17 Ancona, con lo que el territorio italiano quedó de forma efectiva partido en dos. El 10 de Marzo se produjo el primer intento serio por parte de los italianos de frenar la ofensiva con un ataque de cuatro de las mejores divisiones del ejército italiano bajo el mando del príncipe Umberto: fueron aplastadas. El día 15 fue tomada Nápoles, y pese a algún pequeño revés como la retirada de Cosenza el 4 de Abril, Italia estaba ya virtualmente derrotada; lástima que nadie se lo hubiera explicado a los italianos, que entre tanto habían arrollado a las escasas defensas británicas de Egipto y, tras la toma del Canal de Suez (lo que perjudicó enormemente a los envíos de materias primas desde la India y el extremo Oriente) se habían lanzado contra los indefensos protectorados franceses de Siria y el Líbano, tomándolos sin esfuerzo.
"Roma no cayó nunca: se transformó en otra cosa distinta" - R.H. Barrow, "Los Romanos"
El Año 1941, en cambio, comenzó con un gran sobresalto: el día 4 de Enero, Italia declaró la Guerra a Grecia. Los griegos aguantaron razonablemente bien durante casi dos semanas, pero si bien los italianos no habían logrado avanzar en la frontera norte de Grecia, sí que habían podido emplear su marina de guerra para desembarcar en varias islas del sur; además, con semejante armada podían desembarcar en cualquier punto que desearan.
El problema vino cuando Grecia solicitó unirse a los aliados. Blum y Reynaud lloraron, protestaron y suplicaron, pero Chamberlain se mostró inflexible y el día 15 la Gran Bretaña firmó un pacto de alianza con Grecia que, de facto, incluía al eslabón más débil: la tercera República francesa. En Francia, la guerra contra Italia cayó como un jarro de agua fría sobre la población, pero no sobre el estado mayor; el mismo día de la declaración de guerra, se habían reunido doce divisiones del cuerpo expedicionario (australianas, en su mayoría) en Marsella dispuestas para la intervención. El día 23, esas divisiones desembarcaron y tomaron la capital italiana en un audaz golpe de mano, aplastando a las tropas del general Soddu que allí se encontraban.
Ataque a Roma
La ofensiva anfibia australiana fue todo un éxito; los franceses lograron el dominio de la costa del mar Tirreno y pudieron enviar convoyes de suministros para las tropas. Según los rumores, los observadores del almirantazgo británico enrojecían de envidia cada vez que recordaban el desastre del último gran desembarco anfibio que la Royal Navy había protagonizado, en Gallipolli; el hecho de que las tropas desembarcadas fueran australianas y neozelandesas en su mayoría, al igual que en el desastre de la primera guerra, no ayudó demasiado. El dos de Febrero se tomó Florencia y el 17 Ancona, con lo que el territorio italiano quedó de forma efectiva partido en dos. El 10 de Marzo se produjo el primer intento serio por parte de los italianos de frenar la ofensiva con un ataque de cuatro de las mejores divisiones del ejército italiano bajo el mando del príncipe Umberto: fueron aplastadas. El día 15 fue tomada Nápoles, y pese a algún pequeño revés como la retirada de Cosenza el 4 de Abril, Italia estaba ya virtualmente derrotada; lástima que nadie se lo hubiera explicado a los italianos, que entre tanto habían arrollado a las escasas defensas británicas de Egipto y, tras la toma del Canal de Suez (lo que perjudicó enormemente a los envíos de materias primas desde la India y el extremo Oriente) se habían lanzado contra los indefensos protectorados franceses de Siria y el Líbano, tomándolos sin esfuerzo.
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