Por Jorge Dulitzky
Vaticano: Aborto y Da Vinci
América Latina es la única zona del mundo donde todavía la Iglesia Católica tiene relaciones con los Estados y a veces, su influencia se transforma en una competencia del poder político.
El ministro argentino Ginés González García, preocupado por la salud pública, aconsejó el uso de preservativos para las relaciones sexuales ocasionales y prefiere que se despenalice el aborto, dado que las consecuencias de su ilegalidad no disminuyen la cantidad de casos, sino que causa la muerte de miles de mujeres.
En ese sentido, la política del funcionario coincide con la de los gobiernos más progresistas de la región y de los países más desarrollados del mundo. Despenalizar significa que una mujer pueda concurrir a un hospital si siente la necesidad de abortar, y no deba hacerlo en forma clandestina, con los riesgos por falta de idoneidad del profesional interviniente. Se trata de salvar la vida de muchas mujeres quienes, independientemente de sus creencias religiosas, sienten la necesidad de interrumpir un embarazo no deseado.
Pero el Obispo Antonio Baseotto, vicario castrense, expresó su desacuerdo y aconsejó, evangélicamente, que a Ginés se le ate una piedra al cuello y se lo arroje al mar.
O sea que el asesinato de un ministro es preferible al aborto. No parece un comentario apropiado en un país que todavía no se recuperó del estupor causado por los vuelos de la muerte.
¿Será lícito pensar que la vicaría castrense puede haber bendecido a los militares que organizaban esos vuelos?
De todos modos, no extraña el comentario desubicado del religioso, pues sus declaraciones de años atrás eran francamente fascistas.
Las religiones se ocupan de los problemas espirituales, morales y éticos. Orientan la conducta de los fieles y cuando alguien transgrede una norma, tiene el recurso de la penitencia, el arrepentimiento y el perdón de sus pecados.
Las leyes civiles no incluyen ciertos pecados ( las relaciones prematrimoniales, los malos pensamientos), sólo trata de delitos, y las trasgresiones a esas leyes son severamente penadas por la Justicia, que alcanza a todos los ciudadanos, cualquiera sea su religión.
Es diferente el cumplimiento de las normas religiosas, pues queda librado a la conciencia de cada fiel, en cambio, las leyes del Estado son de cumplimiento obligatorio y universal.
Por lo tanto, la Iglesia Católica no puede interferir en la discusión de las leyes, salvo en el ámbito de sus feligreses, en defensa de sus convicciones religiosas.
Veamos las implicancias del caso Baseotto.
En primer lugar, el hecho que las fuerzas armadas tengan un vicario castrense parece algo medieval. Seguramente es para asegurar el triunfo de los ejércitos en caso de una confrontación con otro ejército que también tendrá otro vicario castrense que pedirá a Dios la misma protección. Creo que esa institución está de más, por anacrónica e innecesaria.
En segundo lugar, el aborto es una cuestión que hace a la salud pública. Por más que en el país haya mayoría católica, hay ciudadanos de otras religiones que no tienen por qué atenerse a lo que indica el Vaticano.
Es privarlos de la libertad de culto garantizada por la Constitución. Por lo tanto, la Iglesia Católica sólo puede ordenar a sus fieles a tomar las actitudes que le parezcan correctas, pero no puede ni debe hacerlo con los que no son católicos, pues en ese caso se inmiscuye en la política interna del país.
Además, desde el punto de vista de la sociedad, una persona tiene identidad a partir del nacimiento, no antes.
Si una mujer pierde a su bebe poco antes del nacimiento, no se registra la muerte del feto como un hecho legal.
Hasta ese momento, el embarazo es de incumbencia exclusiva de la mujer.
En tercer lugar, las decisiones sobre el aborto sólo deberían ser tomadas a partir de consultas con médicas y legisladoras. Sólo las mujeres deberían tener el derecho a opinar y decidir sobre algo que involucra su cuerpo.
La iglesia católica, con su insistencia en el celibato y la abstinencia, están fuera del circuito sexual, del que sólo pueden opinar teóricamente.
A raíz de este episodio, el gobierno argentino pidió el relevo del obispo cuestionado, y el Vaticano se apresuró a rechazar el pedido alegando que el prelado no incumplió su función religiosa. Por lo tanto, ¿habrá que pensar que la incitación a la violencia contra los que opinan distinto a la Iglesia será una de las misiones pastorales? Suena a Inquisición.
Como respuesta, el gobierno argentino separó de su cargo al obispo, pero el Vaticano lo ratificó, generando un campo de batalla de difícil pronóstico. El conflicto recién comenzó.
El aborto no es el único tema de esta nota. En los últimos días el Vaticano promulgó un úcase, prontamente desmentido, para pedir a sus fieles que se abstengan de leer el best seller ‘Código Da Vinci’, de Dan Brown, por considerarlo ’un castillo de mentiras’.
Los que hayan leído ese libro magníficamente escrito, habrán notado que es una novela.
Lo cual, por definición, no supone ser un libro de historia. Pero su argumento central está basado en hechos que los investigadores de la historia bíblica manejamos a diario.
Brown añadió detalles de ‘sexo, misterio y violencia’, condimentos habituales de los best sellers, pero no modificó las hipótesis que circulan en ámbitos académicos.
La relación de Jesús con María Magdalena no la inventó Brown. La gente de la región de Provenza, al sur de Francia, en su mayoría católicos, cree que María Magdalena se refugió allí luego de la muerte de Jesús, llevando en su vientre un embarazo del cual nació una niña, cuya descendencia fundó la dinastía merovingia muchos siglos después.
Esa es la versión francesa del Santo Grial, Sang Real. En Rennes le Chateau y Vezelay, dos venerables catedrales de esa región, afirman tener las reliquias de María Magdalena. Y la Madeleine es una institución muy importante para los franceses.
Para aquéllos interesados en profundizar el tema desde el punto de vista histórico, recomiendo las investigaciones abrumadoramente documentadas de Baigent, Leigh y Lincoln, en ‘Holy Blood, Holy Grial’ y ‘The Messianic Legacy’. En esos libros se basó Dan Brown.
La figura de María Magdalena sufrió el ataque de la jerarquía eclesiástica durante siglos, y pese a que los evangelios sólo dicen que Jesús la liberó de ‘demonios’ que la poseían, la tradición la transformó en una prostituta que se arrepintió y ganó la santidad por esa causa.
En 1945 se encontró en Nag Hammadi, Egipto, un evangelio atribuido a ella, cuyo texto es revolucionario, pues aparece como la ‘amada de Jesús’.
Ese documento sumado a evidencias que estuvieron fuera del alcance del público durante muchos siglos, están creando un inevitable dolor de cabeza a los teólogos.
La crítica vaticana a Brown considera una blasfemia cuando dice que ‘Jesús no era Dios hasta que Constantino lo deificó en Nicea en el 325’.
Sin embargo, la Iglesia parece ignorar que ése dato es históricamente correcto: la divinidad de Jesús se decidió en Nicea, ese año, por 218 votos a favor y 2 en contra.
Los arrianos, por ejemplo, se opusieron y fueron luego perseguidos por esa causa.
También en Nicea fueron elegidos los cuatro evangelios canónicos y se destruyeron los casi sesenta que circulaban hasta entonces.
Y el análisis de la ‘Ultima Cena’ de Leonardo, no deja lugar a dudas que la persona que está a la derecha de Jesús es una mujer. Recomiendo mirar la reproducción de esa obra de arte con una lupa.
Las maquinaciones del Opus Dei que Brown imagina no difieren de las que otros autores atribuyen a la Casa Blanca o a la CIA.
Es penoso que el Vaticano se preocupe por una novela que es un ejemplo de erudición literaria y no critique los numerosos libelos publicados por organizaciones católicas incitando a la violencia contra gente de otros cultos o perteneciente a determinadas clases sociales.
Sería deseable que la Iglesia abandone sus convicciones preconciliares y acompañe a sus creyentes en la evolución del pensamiento moderno, en momentos en que la ciencia ofrece respuestas que antes pertenecían al ámbito de los misterios religiosos.
Jorge Dulitzky es Licenciado en Administración, estudió sociología e historia del arte, y los últimos 30 años los dedicó a la egiptología e historia bíblica. La Editorial Biblos le publicó tres libros: 'Moisés, el Hombre en Egipto', 'Mujeres de Egipto y la Biblia', y 'Akenatón'. En abril sale '¿Quién condenó a Jesús?'
Vaticano: Aborto y Da Vinci
América Latina es la única zona del mundo donde todavía la Iglesia Católica tiene relaciones con los Estados y a veces, su influencia se transforma en una competencia del poder político.
El ministro argentino Ginés González García, preocupado por la salud pública, aconsejó el uso de preservativos para las relaciones sexuales ocasionales y prefiere que se despenalice el aborto, dado que las consecuencias de su ilegalidad no disminuyen la cantidad de casos, sino que causa la muerte de miles de mujeres.
En ese sentido, la política del funcionario coincide con la de los gobiernos más progresistas de la región y de los países más desarrollados del mundo. Despenalizar significa que una mujer pueda concurrir a un hospital si siente la necesidad de abortar, y no deba hacerlo en forma clandestina, con los riesgos por falta de idoneidad del profesional interviniente. Se trata de salvar la vida de muchas mujeres quienes, independientemente de sus creencias religiosas, sienten la necesidad de interrumpir un embarazo no deseado.
Pero el Obispo Antonio Baseotto, vicario castrense, expresó su desacuerdo y aconsejó, evangélicamente, que a Ginés se le ate una piedra al cuello y se lo arroje al mar.
O sea que el asesinato de un ministro es preferible al aborto. No parece un comentario apropiado en un país que todavía no se recuperó del estupor causado por los vuelos de la muerte.
¿Será lícito pensar que la vicaría castrense puede haber bendecido a los militares que organizaban esos vuelos?
De todos modos, no extraña el comentario desubicado del religioso, pues sus declaraciones de años atrás eran francamente fascistas.
Las religiones se ocupan de los problemas espirituales, morales y éticos. Orientan la conducta de los fieles y cuando alguien transgrede una norma, tiene el recurso de la penitencia, el arrepentimiento y el perdón de sus pecados.
Las leyes civiles no incluyen ciertos pecados ( las relaciones prematrimoniales, los malos pensamientos), sólo trata de delitos, y las trasgresiones a esas leyes son severamente penadas por la Justicia, que alcanza a todos los ciudadanos, cualquiera sea su religión.
Es diferente el cumplimiento de las normas religiosas, pues queda librado a la conciencia de cada fiel, en cambio, las leyes del Estado son de cumplimiento obligatorio y universal.
Por lo tanto, la Iglesia Católica no puede interferir en la discusión de las leyes, salvo en el ámbito de sus feligreses, en defensa de sus convicciones religiosas.
Veamos las implicancias del caso Baseotto.
En primer lugar, el hecho que las fuerzas armadas tengan un vicario castrense parece algo medieval. Seguramente es para asegurar el triunfo de los ejércitos en caso de una confrontación con otro ejército que también tendrá otro vicario castrense que pedirá a Dios la misma protección. Creo que esa institución está de más, por anacrónica e innecesaria.
En segundo lugar, el aborto es una cuestión que hace a la salud pública. Por más que en el país haya mayoría católica, hay ciudadanos de otras religiones que no tienen por qué atenerse a lo que indica el Vaticano.
Es privarlos de la libertad de culto garantizada por la Constitución. Por lo tanto, la Iglesia Católica sólo puede ordenar a sus fieles a tomar las actitudes que le parezcan correctas, pero no puede ni debe hacerlo con los que no son católicos, pues en ese caso se inmiscuye en la política interna del país.
Además, desde el punto de vista de la sociedad, una persona tiene identidad a partir del nacimiento, no antes.
Si una mujer pierde a su bebe poco antes del nacimiento, no se registra la muerte del feto como un hecho legal.
Hasta ese momento, el embarazo es de incumbencia exclusiva de la mujer.
En tercer lugar, las decisiones sobre el aborto sólo deberían ser tomadas a partir de consultas con médicas y legisladoras. Sólo las mujeres deberían tener el derecho a opinar y decidir sobre algo que involucra su cuerpo.
La iglesia católica, con su insistencia en el celibato y la abstinencia, están fuera del circuito sexual, del que sólo pueden opinar teóricamente.
A raíz de este episodio, el gobierno argentino pidió el relevo del obispo cuestionado, y el Vaticano se apresuró a rechazar el pedido alegando que el prelado no incumplió su función religiosa. Por lo tanto, ¿habrá que pensar que la incitación a la violencia contra los que opinan distinto a la Iglesia será una de las misiones pastorales? Suena a Inquisición.
Como respuesta, el gobierno argentino separó de su cargo al obispo, pero el Vaticano lo ratificó, generando un campo de batalla de difícil pronóstico. El conflicto recién comenzó.
El aborto no es el único tema de esta nota. En los últimos días el Vaticano promulgó un úcase, prontamente desmentido, para pedir a sus fieles que se abstengan de leer el best seller ‘Código Da Vinci’, de Dan Brown, por considerarlo ’un castillo de mentiras’.
Los que hayan leído ese libro magníficamente escrito, habrán notado que es una novela.
Lo cual, por definición, no supone ser un libro de historia. Pero su argumento central está basado en hechos que los investigadores de la historia bíblica manejamos a diario.
Brown añadió detalles de ‘sexo, misterio y violencia’, condimentos habituales de los best sellers, pero no modificó las hipótesis que circulan en ámbitos académicos.
La relación de Jesús con María Magdalena no la inventó Brown. La gente de la región de Provenza, al sur de Francia, en su mayoría católicos, cree que María Magdalena se refugió allí luego de la muerte de Jesús, llevando en su vientre un embarazo del cual nació una niña, cuya descendencia fundó la dinastía merovingia muchos siglos después.
Esa es la versión francesa del Santo Grial, Sang Real. En Rennes le Chateau y Vezelay, dos venerables catedrales de esa región, afirman tener las reliquias de María Magdalena. Y la Madeleine es una institución muy importante para los franceses.
Para aquéllos interesados en profundizar el tema desde el punto de vista histórico, recomiendo las investigaciones abrumadoramente documentadas de Baigent, Leigh y Lincoln, en ‘Holy Blood, Holy Grial’ y ‘The Messianic Legacy’. En esos libros se basó Dan Brown.
La figura de María Magdalena sufrió el ataque de la jerarquía eclesiástica durante siglos, y pese a que los evangelios sólo dicen que Jesús la liberó de ‘demonios’ que la poseían, la tradición la transformó en una prostituta que se arrepintió y ganó la santidad por esa causa.
En 1945 se encontró en Nag Hammadi, Egipto, un evangelio atribuido a ella, cuyo texto es revolucionario, pues aparece como la ‘amada de Jesús’.
Ese documento sumado a evidencias que estuvieron fuera del alcance del público durante muchos siglos, están creando un inevitable dolor de cabeza a los teólogos.
La crítica vaticana a Brown considera una blasfemia cuando dice que ‘Jesús no era Dios hasta que Constantino lo deificó en Nicea en el 325’.
Sin embargo, la Iglesia parece ignorar que ése dato es históricamente correcto: la divinidad de Jesús se decidió en Nicea, ese año, por 218 votos a favor y 2 en contra.
Los arrianos, por ejemplo, se opusieron y fueron luego perseguidos por esa causa.
También en Nicea fueron elegidos los cuatro evangelios canónicos y se destruyeron los casi sesenta que circulaban hasta entonces.
Y el análisis de la ‘Ultima Cena’ de Leonardo, no deja lugar a dudas que la persona que está a la derecha de Jesús es una mujer. Recomiendo mirar la reproducción de esa obra de arte con una lupa.
Las maquinaciones del Opus Dei que Brown imagina no difieren de las que otros autores atribuyen a la Casa Blanca o a la CIA.
Es penoso que el Vaticano se preocupe por una novela que es un ejemplo de erudición literaria y no critique los numerosos libelos publicados por organizaciones católicas incitando a la violencia contra gente de otros cultos o perteneciente a determinadas clases sociales.
Sería deseable que la Iglesia abandone sus convicciones preconciliares y acompañe a sus creyentes en la evolución del pensamiento moderno, en momentos en que la ciencia ofrece respuestas que antes pertenecían al ámbito de los misterios religiosos.
Jorge Dulitzky es Licenciado en Administración, estudió sociología e historia del arte, y los últimos 30 años los dedicó a la egiptología e historia bíblica. La Editorial Biblos le publicó tres libros: 'Moisés, el Hombre en Egipto', 'Mujeres de Egipto y la Biblia', y 'Akenatón'. En abril sale '¿Quién condenó a Jesús?'
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