COMIENZA EL ESPECTACULO!!!!
La predilección clásica del anfitrión propició que en este primer encuentro se enfrentaran dos de los más clásicos contendientes: Ioannes de Roma y Mannubal de Cártago.
Tras el pitido inicial, la tensión se respiraba en el ambiente para muy pronto descubrir que la proximidad de ambos imperios era más que evidente.
Un encuentro tan prematuro propició la firma de un tratado de paz aunque otro gallo hubiera cantado si el valeroso Himilcón (despojado de su barquito esta vez) se hubiera topado con una ciudad latina desguarnecida.
El excelso imperio cartaginés decidió ubicar estratégicamente guarniciones en las montañas las cuales amablemente indicaron el camino de vuelta a casa de algunos jinetes romanos que andaban perdidos por esos montes de dios asà como a cierto personaje que portaba un estraño artefacto.
Pero no pudieron evitar que el mencionado individuo atravesara las montañas una vez más y robara la más sagrada de las escrituras conocidas hasta la fecha: La MonarquÃa, la cual es, de suponer, fue adoptada de inmediato por los habitantes de las siete colinas.
Ante tamaña ofensa las unidades apostadas en la frontera no fueron tan amables con un arquero que no supo ver venir la lluvia de saetas cartaginesas que se le vino encima.
TO BE CONTINUED
La predilección clásica del anfitrión propició que en este primer encuentro se enfrentaran dos de los más clásicos contendientes: Ioannes de Roma y Mannubal de Cártago.
Tras el pitido inicial, la tensión se respiraba en el ambiente para muy pronto descubrir que la proximidad de ambos imperios era más que evidente.
Un encuentro tan prematuro propició la firma de un tratado de paz aunque otro gallo hubiera cantado si el valeroso Himilcón (despojado de su barquito esta vez) se hubiera topado con una ciudad latina desguarnecida.
El excelso imperio cartaginés decidió ubicar estratégicamente guarniciones en las montañas las cuales amablemente indicaron el camino de vuelta a casa de algunos jinetes romanos que andaban perdidos por esos montes de dios asà como a cierto personaje que portaba un estraño artefacto.
Pero no pudieron evitar que el mencionado individuo atravesara las montañas una vez más y robara la más sagrada de las escrituras conocidas hasta la fecha: La MonarquÃa, la cual es, de suponer, fue adoptada de inmediato por los habitantes de las siete colinas.
Ante tamaña ofensa las unidades apostadas en la frontera no fueron tan amables con un arquero que no supo ver venir la lluvia de saetas cartaginesas que se le vino encima.
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