MEDALLA
En 2003, José María Aznar tenía una obsesión: que el Congreso de Estados Unidos le otorgara la medalla de oro, un reconocimiento que elevaría su perfil internacional. El entonces presidente español contrató un estudio de abogados en Washington para que realizara las “gestiones” necesarias. Sin concurso y de urgencia, decidió pagarle al buffete cien mil dólares por mes. En total fueron 2,3 millones de esa moneda. El lobby no funcionó y el hombre del PP se quedó sin distinción. Ahora, el Tribunal de Cuentas de España abrió una investigación: quiere determinar si la plata gastada fue un “daño” al Estado y, en ese caso, exigir su devolución.
En 2003, José María Aznar tenía una obsesión: que el Congreso de Estados Unidos le otorgara la medalla de oro, un reconocimiento que elevaría su perfil internacional. El entonces presidente español contrató un estudio de abogados en Washington para que realizara las “gestiones” necesarias. Sin concurso y de urgencia, decidió pagarle al buffete cien mil dólares por mes. En total fueron 2,3 millones de esa moneda. El lobby no funcionó y el hombre del PP se quedó sin distinción. Ahora, el Tribunal de Cuentas de España abrió una investigación: quiere determinar si la plata gastada fue un “daño” al Estado y, en ese caso, exigir su devolución.
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