I.
La nieve cubria los campos en las afueras de Toledo, encharcando las mugrientas carreteras del reino de Juan II de Castilla, regido en realidad por su madre y su tio, Catalina de Lancaster y Fernando. Tan rapido como se podia en tan deplorables condiciones, un jinete con escolta se acercaba al palacio. Venia vestido de gala, con pantalones de telas flamencas, capa de piel de zorro y un sombrerito de fieltro negro que le daba un aspecto mas bien comico que solemne al embajador de Aragon, identificado por el estandarte del Reino amigo y vecino que bailaba con el viento. El mismo escolta del estandarte llevaba en un estuche de cuero cuarteado una foja de papeles firmados por el Rey de Aragon, Alfonso V, donde se asentaban las bases de una nueva alianza Castellana-Aragonesa con el proposito de completar la Reconquista y cementar las bases de una Iberia fuerte y prospera para derrotar al hereje.
II.
En el Palacio, un gran festin aguardaba el anuncio del Regente, se habia sellado la alianza con Aragon, y se habia dispuesto una gran reforma impositiva. Se establecerian en cada ciudad y pueblo oficinas de recaudadores, encargados de mantener censos y recolectar los impuestos de la corona. Cuando se llevo a cabo el anuncio, un silencio temerario cayo sobre los comensales, y a varios nobles se les desorbitaron los ojos. Fueron unos pocos segundos, pero la tension estaba en el aire, y se podia cortar con un cuchillo mocho. Sin duda traeria problemas, pero el regente estaba seguro de la lealtad de sus nobles. Despues de todo, habia que reformar el viejo reino para dar paso al nuevo reino, fuerte, centralizado, y que pudiera llevar la Cruz y la Salvacion Divina a los herejes de Iberia y del Norte de Africa. Una Castilla Nueva para una Europa Nueva.
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