Era una gélida noche de Enero. Desde lo alto de una colina Wers observaba el ir y venir de sus hombres, ocupados en la ardua tarea de cargar todo el oro que los generales enemigos habían dejado como tributo para salvar sus vidas. A lo lejos se divisaban las últimas antorchas de sus ejércitos en retirada. Era triste verlos. Antaño nobles y orgullosos guerreros, caminaban hoy cabizbajos, tal vez reflexionando sobre lo efímera que es la gloria. Wers pensó que debería estar contento, ya que había obtenido una victoria sin derramar una gota de sangre. Pero no lo estaba. Su alma de guerrero añoraba el fragor de la batalla.
Súbitamente Wers oyó un gran alboroto proveniente de su campamento. Instintivamente desenvainó su vieja espada, tantas veces teñida de rojo, a pesar de que sabía que no era necesario ya que se encontraba bien protegido por sus guardias de élite, los cuales en este momento increpaban a un intruso montado a caballo. El intruso continuó su avance ignorando por completo a los guardias que le apuntaban con sus lanzas y sus flechas. Se detuvo ante Wers y pronunció tan solo dos palabras: - Te desafío. Acto seguido se marchó, impasible, ante el estupor de los guardias.
Wers le reconoció enseguida. Era Gosties, un famoso guerrero de la Ciudad Condal. Wers sonrió al tiempo que observaba su espada.
- Bueno, querida amiga, parece que esta noche vas a poder saciar tu sed de sangre.
Súbitamente Wers oyó un gran alboroto proveniente de su campamento. Instintivamente desenvainó su vieja espada, tantas veces teñida de rojo, a pesar de que sabía que no era necesario ya que se encontraba bien protegido por sus guardias de élite, los cuales en este momento increpaban a un intruso montado a caballo. El intruso continuó su avance ignorando por completo a los guardias que le apuntaban con sus lanzas y sus flechas. Se detuvo ante Wers y pronunció tan solo dos palabras: - Te desafío. Acto seguido se marchó, impasible, ante el estupor de los guardias.
Wers le reconoció enseguida. Era Gosties, un famoso guerrero de la Ciudad Condal. Wers sonrió al tiempo que observaba su espada.
- Bueno, querida amiga, parece que esta noche vas a poder saciar tu sed de sangre.
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