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Para que al jefe le de un colico de la Gran Bretaña. 
Enero a Marzo de 1836
“Pero Primer Ministro, eso es el suicidio político!”
“Ya me creo que lo es, estimado Canciller de Exchequer. Pero el Rey esta muy descontento, cuando le informe que íbamos a tener que reducir el gasto del ejercito le dio un cólico que lo mando a la cama de nuevo.”
“Pero que dirán en los comunes? Nos van a querer linchar! Si nuestro propio partido pide el voto de confianza estamos acabados.”
“Paciencia, amigo, paciencia. Estas reformas agradaran a la oposición, dentro de todo, y nuestro propio partido no va a clavarnos un puñal en la espalda, o si?”
“Estarán muy descontentos.”
“Es la única forma de salir de esta crisis.”
El Primer Ministro tomo la palabra en la Cámara.
“Estimados miembros de esta cámara, la crisis financiera que nos acaece esta a punto de quebrar nuestro imperio. Los gastos del gobierno anterior eran exorbitantes, y el incremento del precio en los productos de importación están destruyendo nuestra economía, aunque sean los mismos productos que necesitamos para poder crear nuevas industrias. Por ello, este gobierno ha decidido ejercer una suba de impuestos, y se han puesto en su lugar nuevas tarifas a los productos de importación. Nuestro principal objetivo es intentar sortear la crisis, y aun así el estado funciona a perdida. Nuestras reservas duraran unos meses, seguramente el problema se revertirá pronto.”
En la Cámara de los Comunes empezaron los chillidos. Varios se levantaron en protesta, ya que la suba de impuestos era generalizada, nadie se salvaría el pellejo.
“Esto es un oprobio! Primer Ministro, Inglaterra no puede afrontar el coste de nuevos impuestos! Y las tarifas llevaran el coste de los productos mas básicos por las nubes!”
Ante varias acusaciones, la discusión se agito en la cámara. La oposición por alguna razón se resquebrajo. El aumento de impuestos les hizo saltar de odio ante la toca de los bolsillos, pero las tarifas... las tarifas les salvarían el pellejo a los terratenientes ante el avance del trigo y la carne yanqui que estaba invadiendo el mercado. Uno se paro y llamo a un voto de confianza. Que sorpresa tan grata, la oposición pidiendo un voto de confianza, después de todos los años que los Whigs estuvimos tratando de concentrar el poder, el partido no votaría en contra. El voto no paso, y a Dios gracias nos guarde en su gloria, pero la situación era bastante desesperada.
Mientras tanto, en el plano diplomático, el Rey había tenido que suspender las negociaciones con los belgas, quienes intentaban a toda costa tentarnos para entrar en la su guerra de independencia de parte suya, pero el país no lo podía permitir. Caramba, ya bastante sangramos durante el periodo Napoleónico, para andar aventurándonos a la guerra... pero considerando que estamos discutiendo cortarle la leche al ejercito. Maldito cólico, eso fue como un golpe de gracia para el Rey. Proponer recortar el gasto militar... Casi hubiese sido mas grato proponerle que dejara el oporto. Estuvo por lo menos dos semanas en cama, y el resto del mes a dieta.
“Maldición, fue Inglaterra la que nos hizo esclavos de los holandeses!”
“Por eso mismo, debemos buscar una salida diplomática a este asunto. La guerra va mal para Bélgica, pero también para Holanda. Ya hemos tenido suficiente derramamiento de sangre, señores, es hora de ponerle punto final. Junto con el Señor Chenard hemos creado el siguiente protocolo...”
Y así fue. El 25 de Enero del año de nuestro Señor 1836 se dio concluida la guerra en los Países Bajos. El tratado daba la independencia a Bélgica, y tanto Francia como Inglaterra serian garantes de la misma. Holanda, aquejada por las deudas y el disenso interno tuvo que firmar, que va, el tratado respetaba sus fronteras de 1792. Pero Prusia y Austria se retiraron de la conferencia, no iban a ser participes de lo que el Canciller Metternich denomino “Tamaña injusticia contra el país que tan valientemente había combatido junto con Inglaterra contra el tirano Corso.”
Pero los peores pronósticos se sucedieron en Febrero. El precio del acero no dejaba de trepar, llego a superar las £90 por tonelada, y el déficit aumentaba. Y ese día el Primer Ministro se vio obligado a comunicar al Duque de York, Comandante en Jefe del Ejercito de Su Majestad Británica, que ya no iba a disponer del dinero de siempre. Es mas, el recorte llego al 50% y ante una posible rebelión, el Duque de York tuvo que aceptar que casi el 40% de las tropas pidiera la baja. En todo el imperio los soldados de Su Majestad nos abandonaba. Ni Pitt el Joven, que en paz descanse, tuvo que afrontar semejante crisis financiera en sus peores años! Y encima estas noticias no iban a ser de agrado al Rey, quien aun se recuperaba del cólico... quizás esperemos hasta marzo o diciembre para darle la mala noticia.
Mientras tanto, en Londres, seguía azotando la crisis. En las calles, los obreros saqueaban los carros que traían la harina, y el precio del pan trepaba. En el campo, los granjeros tenían que salir armados ante la posibilidad de que sus propios labriegos les saquearan la cosecha de cereales, y muchas veces el ejercito mismo tuvo que intervenir para asegurar la llegada de harina a las ciudades. Estaba llegando la crisis al punto critico, todo parecía a punto de estallar, cuando el Señor con su divina providencia nos ilumino. Pero el precio del acero empezó a bajar... y siguió bajando. En picado iba ya a finales de marzo, y junto con el, el resto de los productos comenzó a abaratarse. Mientras tanto, esto fomento una mejor producción, y pronto el déficit se empezó a gestar un diminuto superávit, pero superávit al fin.
“Demonios, Primer Ministro. Creo que lo peor ha pasado.”
“No se, Henry. Mas bien diría que lo mejor esta a punto de comenzar.”
Enero a Marzo de 1836
“Pero Primer Ministro, eso es el suicidio político!”
“Ya me creo que lo es, estimado Canciller de Exchequer. Pero el Rey esta muy descontento, cuando le informe que íbamos a tener que reducir el gasto del ejercito le dio un cólico que lo mando a la cama de nuevo.”
“Pero que dirán en los comunes? Nos van a querer linchar! Si nuestro propio partido pide el voto de confianza estamos acabados.”
“Paciencia, amigo, paciencia. Estas reformas agradaran a la oposición, dentro de todo, y nuestro propio partido no va a clavarnos un puñal en la espalda, o si?”
“Estarán muy descontentos.”
“Es la única forma de salir de esta crisis.”
El Primer Ministro tomo la palabra en la Cámara.
“Estimados miembros de esta cámara, la crisis financiera que nos acaece esta a punto de quebrar nuestro imperio. Los gastos del gobierno anterior eran exorbitantes, y el incremento del precio en los productos de importación están destruyendo nuestra economía, aunque sean los mismos productos que necesitamos para poder crear nuevas industrias. Por ello, este gobierno ha decidido ejercer una suba de impuestos, y se han puesto en su lugar nuevas tarifas a los productos de importación. Nuestro principal objetivo es intentar sortear la crisis, y aun así el estado funciona a perdida. Nuestras reservas duraran unos meses, seguramente el problema se revertirá pronto.”
En la Cámara de los Comunes empezaron los chillidos. Varios se levantaron en protesta, ya que la suba de impuestos era generalizada, nadie se salvaría el pellejo.
“Esto es un oprobio! Primer Ministro, Inglaterra no puede afrontar el coste de nuevos impuestos! Y las tarifas llevaran el coste de los productos mas básicos por las nubes!”
Ante varias acusaciones, la discusión se agito en la cámara. La oposición por alguna razón se resquebrajo. El aumento de impuestos les hizo saltar de odio ante la toca de los bolsillos, pero las tarifas... las tarifas les salvarían el pellejo a los terratenientes ante el avance del trigo y la carne yanqui que estaba invadiendo el mercado. Uno se paro y llamo a un voto de confianza. Que sorpresa tan grata, la oposición pidiendo un voto de confianza, después de todos los años que los Whigs estuvimos tratando de concentrar el poder, el partido no votaría en contra. El voto no paso, y a Dios gracias nos guarde en su gloria, pero la situación era bastante desesperada.
Mientras tanto, en el plano diplomático, el Rey había tenido que suspender las negociaciones con los belgas, quienes intentaban a toda costa tentarnos para entrar en la su guerra de independencia de parte suya, pero el país no lo podía permitir. Caramba, ya bastante sangramos durante el periodo Napoleónico, para andar aventurándonos a la guerra... pero considerando que estamos discutiendo cortarle la leche al ejercito. Maldito cólico, eso fue como un golpe de gracia para el Rey. Proponer recortar el gasto militar... Casi hubiese sido mas grato proponerle que dejara el oporto. Estuvo por lo menos dos semanas en cama, y el resto del mes a dieta.
“Maldición, fue Inglaterra la que nos hizo esclavos de los holandeses!”
“Por eso mismo, debemos buscar una salida diplomática a este asunto. La guerra va mal para Bélgica, pero también para Holanda. Ya hemos tenido suficiente derramamiento de sangre, señores, es hora de ponerle punto final. Junto con el Señor Chenard hemos creado el siguiente protocolo...”
Y así fue. El 25 de Enero del año de nuestro Señor 1836 se dio concluida la guerra en los Países Bajos. El tratado daba la independencia a Bélgica, y tanto Francia como Inglaterra serian garantes de la misma. Holanda, aquejada por las deudas y el disenso interno tuvo que firmar, que va, el tratado respetaba sus fronteras de 1792. Pero Prusia y Austria se retiraron de la conferencia, no iban a ser participes de lo que el Canciller Metternich denomino “Tamaña injusticia contra el país que tan valientemente había combatido junto con Inglaterra contra el tirano Corso.”
Pero los peores pronósticos se sucedieron en Febrero. El precio del acero no dejaba de trepar, llego a superar las £90 por tonelada, y el déficit aumentaba. Y ese día el Primer Ministro se vio obligado a comunicar al Duque de York, Comandante en Jefe del Ejercito de Su Majestad Británica, que ya no iba a disponer del dinero de siempre. Es mas, el recorte llego al 50% y ante una posible rebelión, el Duque de York tuvo que aceptar que casi el 40% de las tropas pidiera la baja. En todo el imperio los soldados de Su Majestad nos abandonaba. Ni Pitt el Joven, que en paz descanse, tuvo que afrontar semejante crisis financiera en sus peores años! Y encima estas noticias no iban a ser de agrado al Rey, quien aun se recuperaba del cólico... quizás esperemos hasta marzo o diciembre para darle la mala noticia.
Mientras tanto, en Londres, seguía azotando la crisis. En las calles, los obreros saqueaban los carros que traían la harina, y el precio del pan trepaba. En el campo, los granjeros tenían que salir armados ante la posibilidad de que sus propios labriegos les saquearan la cosecha de cereales, y muchas veces el ejercito mismo tuvo que intervenir para asegurar la llegada de harina a las ciudades. Estaba llegando la crisis al punto critico, todo parecía a punto de estallar, cuando el Señor con su divina providencia nos ilumino. Pero el precio del acero empezó a bajar... y siguió bajando. En picado iba ya a finales de marzo, y junto con el, el resto de los productos comenzó a abaratarse. Mientras tanto, esto fomento una mejor producción, y pronto el déficit se empezó a gestar un diminuto superávit, pero superávit al fin.
“Demonios, Primer Ministro. Creo que lo peor ha pasado.”
“No se, Henry. Mas bien diría que lo mejor esta a punto de comenzar.”
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